Entramos ya a la Semana Mayor del año litúrgico, en donde celebraremos el Triduo Pascual, centro y fuente de la vida cristiana. Los invitamos a vivir intensamente estos días, en los que se conmemora la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
El Jueves Santo es el último día de la Cuaresma. Un día entrañable para el pueblo cristiano. Es el día en que Cristo, en su cena de despedida, instituye la Eucaristía. Al mismo tiempo, da una gran lección de humildad lavando los pies a sus discípulos y constituyéndolos sacerdotes al servicio del pueblo de Dios.
El jueves por la mañana se reúne el presbiterio de Santiago con su Pastor, en la llamada Misa Crismal. En esta celebración, el obispo, rodeado de su presbiterio y del pueblo fiel, consagra el Santo Crisma y bendice los demás óleos, que luego serán materia de varios sacramentos. Ser crismado es lo mismo que ser Cristo, ungido, ser mesías. Y ser mesías y Cristo comportan una misma realidad: dar testimonio de la verdad y ser suave olor de buenas obras, fermento de santidad en el mundo.
El triduo en sí comienza con la Misa vespertina “in coena Domini” a modo de introducción. Le sigue el Viernes Santo, cuyo centro litúrgico es la celebración de la Pasión del Señor. Aquí cobra especial relevancia la lectura de la Pasión según San Juan, y las intercesiones solemnes en que la Iglesia ora por las necesidades de la humanidad. Luego viene el sábado, día de reposo y la vigilia Pascual, la madre de todas las Vigilias. En ella se celebra la resurrección de Cristo A esta celebración se ha orientado la Cuaresma y se orienta también, la vida del cristiano y de la Iglesia.
Concluimos estas sencillas palabras con una exhortación lírica (tono de pregón) de la liturgia bizantina llamada “Estikirás Pascual”, cuyo epílogo reza:
“¡Oh, Pascua divina!
¡Oh, festividad espiritual!
Del cielo tu desciendes hasta la tierra
y de la tierra nuevamente subes al cielo.
¡Oh, consagración común de todas las cosas!
¡Oh, solemnidad de todo el cosmos!
¡Oh, alegría del universo, su honor,
festín y delicia…!
¡Oh, Pascua divina! Por ti la gran sala de bodas
está llena;
todos llevan el vestido de bodas,
ninguno es echado fuera por estar privado
del vestido nupcial!
Amén.
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