Mi nombre es Tomás Ordoñez y visito a mujeres privadas de libertad en el Centro Penitenciario Femenino de San Joaquín. Principalmente me dedico a estar con ellas, a escucharlas y apoyarlas. En cosas tan simples como compartir un café, un juego de cartas o ayudándolas a escribir una carta a sus familias.
Mi motivación no es hacer una práctica de ayuda social, sino que busco formar iglesia con ellas, relacionándome con cada una, sabiendo que son hermanas mías dentro de la familia de Dios. Me hago participe de sus vidas, acompañándolas en el dolor, pero también en las alegrías.
Mi inquietud aparece en julio del 2012. Tenía muchas ganas de misionar y de compartir mi alegría del encuentro con Dios. Así conocí las misiones de Calcuta UC, un proyecto de la Universidad Católica que acompaña a los más abandonados de nuestra sociedad, y entre ellos, a los privados de libertad. Con ese grupo comencé a visitar la cárcel de mujeres. Me sorprendió mucho lo abandonadas que estaban y descubrí que el poco apoyo que puedo darles es muy importante para ellas.
He podido experimentar la solidaridad involucrándome en sus vidas y apoyándolas en sus anhelos de salir adelante. También, acompañándolas en sus adicciones, ya que muchas son drogadictas. Es bonito sentir que haciendo algo tan simple otra persona pueda sentirse tan bien. Para ellas es fundamental la compañía, puesto que dejan de sentirse solas y encuentran razones para superarse día a día.
Como cualquier pastoral solidaria, es probable que existan prejuicios. Estos se vencen abriendo los ojos y dándonos cuenta de que todos somos del Señor, todos somos sus hijos. Él nos ama y nunca nos abandonará. Si nos damos cuenta de que no hay nadie peor que uno mismo, nos podemos hacer hermanos de cualquier persona, sobre todo si aprendemos a mirar con misericordia. Para mí fue clave comprender que los privados de libertad son personas que han cometido errores y por esos errores han perdido gran parte de esta vida. Como cristianos, se vuelve nuestra necesidad preocuparnos de nuestros hermanos que parecen estar más débiles, sobre todo si en él está realmente presente Jesús, tal como él mismo lo dice en Mateo 25.
Yo creo que no hay nada que nos haga más plenos y felices que estar con Jesús. Él se nos da por completo y nos regala la vida eterna para poder estar con Él. Por eso que la mayor practica solidaria es ayudar a la otra persona a encontrarse con Jesús, a través de la predicación del evangelio y del testimonio que podamos dar.
En lo personal, mi proceso formativo no lo entiendo sin estar cerca de las personas más necesitadas. El trato con ellas me aterriza y me muestra mi vocación. La oración y el servicio a las personas se complementan muy bien, y ambas me llevan a Dios. Encuentro que en el servicio se ve reflejada toda la formación del seminario.
Esta pastoral me ha enseñado la importancia de amar y ser amado, me ha ayudado a ser más paciente y a amar a Dios en cada persona.
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